Los hechos son sagrados, las opiniones, libres

Los hechos son sagrados, las opiniones, libres

lunes, 1 de diciembre de 2014

La página de sucesos

Siempre he pensado que escribir es una terapia. Nos ayuda a poner nombre a los pensamientos y a los sentimientos... A ordenarlos... A recoger algunas de esas ideas que pasan por nuestra cabeza a una velocidad incalculable y en ocasiones vertiginosa, darles una lógica, más o menos coherente, respirarlas, y plasmarlas en un papel. Hay veces, incluso, que nos sentamos a escribir sin saber muy bien qué vamos a decir... Y, de repente, como por arte de magia, fluye. Pero hoy no es el caso... Hoy no fluyen las palabras, porque es difícil expresar con palabras esta sensación. Tristeza, incredulidad, enfado, incomprensión, negación, nostalgia, miedo, impotencia... Son palabras sueltas que revolotean por mi cabeza y me causan un nudo en el estómago que sé que solo desaparecerá si consigo ordenarlas y escribirlas aquí. Es difícil aceptar y comprender la vida en algunas ocasiones. Las páginas de sucesos, las malas noticias, la tristeza de otros, las desgracias o el sufrimiento de personas que comparten este mundo con nosotros están tan a la orden del día que parece que toda esa información nos sobrepasa, ese bombardeo continuo de cosas tristes va generando inevitablemente en nosotros una tolerancia al dolor ajeno que casi se convierte en inconsciencia. ¿Somos insensibles? No lo creo. Tan solo somos supervivientes. Si pusiéramos cara, nombre, ubicación geográfica y situación familiar a cada persona que sufre, pasa hambre, enferma o muere, nos pasaríamos el día llorando. Sin embargo, creo que debemos ser conscientes de que todo eso existe, que está ahí fuera... Porque nos ayuda a recordar lo afortunados que somos cuando "no nos pasa nada", a valorar lo que tenemos, a  aprovechar y agradecer las alegrías y a relativizar los problemas. Y también porque nos ayuda a tener empatía con los demás, y la empatía, en este mundo, es fundamental.
Cada vez que enciendo la televisión o leo los periódicos y veo gente sufriendo, situaciones injustas, muertes violentas ... Se me parte el alma.
Ayer recibí una de esas noticias. Pero, esta vez, la víctima tenía cara. Una cara conocida. Una amiga de la infancia a la que hacía muchos años que no veía. Cuando me enteré, no pude ni reaccionar. Es curioso, he llorado al leer noticias sobre la muerte de desconocidos, y ayer no podía llorar. Creo que simplemente no me lo podía creer. Su prima me estaba escribiendo para decirme que la habían matado el día anterior. ¿ Cómo se supone que debe reaccionar nuestra mente ante una noticia así? Lo extraño de las noticias de sucesos es que parece que son algo que lees y dices " qué pena, cómo está el mundo", te entristeces un poco, y sigues bebiendo café. Hay quien empatiza más, hay quien empatiza menos... Pero pocas veces pensamos en cómo era la vida de esa víctima, en como se llaman sus padres, en si tenía hijos, o hermanos, en cuales eran sus sueños, sus recuerdos...
Yo recuerdo a esa chica... Y a su familia. Recuerdo uno de los mejores meses de mi vida. Recuerdo Canadá. Recuerdo a esa familia tratándome como a una hija o hermana más, recuerdo vivir en esa casa con esas personas, recuerdo una edad en la que nuestra mayor preocupación era ser lo suficientemente mayores como para que nos dejasen bebernos una cerveza en casa y con supervisión de un adulto, montar coreografías de Jennifer Lopez o comer helado a las doce de la noche. Y recuerdo hablar del futuro, de lo que queríamos ser de mayores... Tiene gracia, cuando somos pequeños queremos ser mayores, y cuando nos hacemos mayores, a veces, nos gustaría volver a ser pequeños...
Esta página de sucesos tiene cara, como todas las demás. Pero a esta la conozco... Y eso es complicado de asimilar. Es complicado entender la muerte, y más en un caso como este. Es complicado entender qué pasa por la cabeza de una persona para quitarle la vida a otra, o para herirla consciente o inconscientemente y dejarla desatendida. Es complicado entender que estas cosas ocurren y que nos pueden pasar a todos, porque es "mejor no pensarlo". Es complicado poner palabras a lo que se siente cuando sabes que alguien que tenía toda la vida por delante ya no está.
Supongo que lo único que nos queda en situaciones así, a parte de apoyar a sus seres queridos y de tener a esa persona en nuestros pensamientos, es aprender. Aprender que estamos aquí para ser todo lo felices que podamos, pero sin olvidarnos de ayudar a que los demás también lo sean. Aprender que hay cosas que no podemos entender, pero no por ello debemos ignorar que existen. Aprender que debemos disfrutar de la gente que pasa por nuestra vida, enseñarles lo que podamos dejar que nos enseñen, porque todo el que se cruza en nuestro camino, aunque sea por poco tiempo, aporta cosas importantes a nuestro álbum de recuerdos y a nuestro currículum de vida. Aprender que todos tenemos nombre, cara, padre, madre, recuerdos y sueños... Todos. Que todos somos personas, y que nadie merece sufrir.
Solo me queda decirte a ti, vieja amiga, que descanses en paz, y que allá donde estés, no existan las páginas de sucesos.