Los hechos son sagrados, las opiniones, libres

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viernes, 13 de febrero de 2015

¡ PROTESTO, SEÑORÍA!


Si los juicios fueran como en las películas americanas, me imagino a mi misma levantándome y gritando: ¡”Protesto, señoría”! Y es que protesto. Protesto  muy enérgicamente. Protesto contra un sistema que facilita las estafas, los impagos, las falsas insolvencias, las deudas, el enriquecimiento de los corruptos y de los deudores a costa de los trabajadores honrados. Soy consciente de que no estoy contando nada nuevo. Por desgracia, al escribir estas palabras,  a cualquiera que las lea le vendrán inmediatamente a la cabeza una larga lista de políticos, bancos, empresas y personas por los que se han sentido  estafados,  porque en este país, señores, todo el mundo debe dinero a todo el mundo.  Somos muchos los que alguna vez  nos hemos  sentido explotados  o injustamente tratados, los que hemos  sentido que hacer las cosas mal, la mayor parte de las veces, no tiene ninguna consecuencia, excepto para los que intentamos hacerlas  bien.  Vivimos en un sistema corrupto, porque ser corrupto es muy fácil y tiene unas consecuencias muy difusas… cuando las tiene.
Sabemos que los políticos nos estafan, los bancos nos estafan, las empresas nos estafan… sabemos que hay un problema de base que habría que cambiar radicalmente para que los que hacen las cosas mal no vivieran mejor que los que las hacen bien. Porque es injusto. Y por eso protesto. Protesto contra la justicia… o, mejor dicho… protesto contra la injusticia… y hoy concretamente, en medio de toda esta injusticia general que nos envuelve, quiero protestar contra una injusticia en particular, que no es más que un pequeño ejemplo, lo sé, pero muchos pequeños ejemplos son los que crean una dinámica general, y muchas pequeñas injusticias son las que convierten un sistema en injusto.
Ayer miércoles se estrenó en un teatro de la Gran vía el musical de Nino Bravo, de la mano de Élite producciones. Bueno, en realidad puede que esta información no sea del todo exacta, ya que estamos hablando de la empresa de los mil nombres. Puede que, si ustedes buscan esta empresa en internet, ya ni siquiera exista. Pero la realidad es que, se llame como se llame, son las mismas personas las que están detrás de ese nombre. O quizás debería decir la misma persona: Eliseo Peris. Y lo digo así, claramente, con nombre y apellido, porque tengo una sentencia judicial, al igual que otras muchas personas, que constata el hecho de que este señor me debe dinero. Concretamente, 7000 euros. 7000 euros que probablemente, a pesar de esa sentencia, nunca voy a cobrar. Y aquí es donde está  la injusticia.
Hace tres años formé parte de un musical producido por este señor en el teatro Nuevo Apolo de Madrid: “Pretty woman, my love”. Para empezar, el sueldo que nos ofreció, estaba muy por debajo del mínimo que marca nuestro convenio. Pasaba el tiempo y nos decía que se había gastado mucho dinero en publicidad, que estaba perdiendo dinero, que nos prometía que nos iba a pagar, que por favor confiáramos en él… obviamente no deberíamos haberlo hecho. Yo ya había trabajado con él alguna vez anteriormente y me había pagado puntualmente tanto a mí como a mis compañeros, por lo que, a pesar de los rumores, decidí confiar en su promesa.   Pero esa promesa cayó en el olvido, jamás recibimos ni un euro por ese espectáculo.
 En mi caso, no contento con eso, un par de meses después, me llamó para participar en otro espectáculo suyo: “Beatles la leyenda”. Esta vez en el teatro Coliseum. Me dijo que eran solo cinco días, que la venta de entradas iba muy bien y que como era un teatro muy grande y una apuesta segura, su intención era utilizar la taquilla de este espectáculo para pagarnos a todos lo de éste y lo del anterior. Efectivamente, el teatro estuvo lleno los cinco días. Sin embargo, no sólo no utilizó el dinero de la taquilla para saldar su deuda conmigo y con mis compañeros, sino que tampoco me pagó por este segundo espectáculo.
A partir de aquí comenzó  una interminable y agotadora lucha que dura hasta el día de hoy. Le llamaba, le escribía mensajes, le enviaba emails… y nunca contestaba.  Lo mismo le ocurrió a mis compañeros. Aun así, antes de decidirme a denunciarle, le envié un email ofreciéndole la posibilidad de hacer un reconocimiento de deuda y pagarme a plazos, pero tampoco tuve respuesta. Ante la evidencia de que este hombre no tenía ni la más mínima intención de pagarme, le denuncié, junto con algunos de mis compañeros, a través de la Unión de actores. Desde que pusimos la denuncia hasta que salió el juicio, pasaron casi dos años. No se presentó a la concilación y tampoco al juicio. En el juicio nos enfrentamos a una representante de FOGASA que alegaba, en su nombre, una sarta de barbaridades, hasta el punto de que intentó convencer al juez de que nosotros no habíamos formado parte de esa producción. Afortunadamente, nuestro abogado pudo demostrar lo contrario, ganamos el juicio y se nos reconocieron las cantidades que se nos debían. Pero, por supuesto, el señor Eliseo Peris, se declaró insolvente. Todos sabíamos que no lo era, ya que seguía trabajando y llevando todos sus espectáculos de gira por España, pero parece ser que en este país, lo evidente no es suficiente.
Desde Junio del 2014, fecha en la que ganamos el juicio, hasta el día de hoy, todavía no se ha ejecutado la sentencia.  Eliseo Peris ha seguido trabajando, y sabemos que ahora paga a sus artistas al día, en un sobre de esos que están tan de moda en nuestro país.
Hace un par de semanas recibimos la noticia de que nuestro productor insolvente iba a estrenar uno de sus espectáculos en el teatro de la Gran Vía. Nino Bravo, el musical. Nuestro abogado puso en marcha un procedimiento para embargarle la taquilla, pero, para la “justicia”, no es suficiente que una empresa tenga el mismo dueño, la misma página web, los mismos espectáculos e incluso los mismos carteles que tenía hace tres años. Si alguien cierra una empresa y abre otra con otro nombre, puede seguir estafando toda la vida. Pues protesto. Y protesto por muchos motivos:
Primero, porque es muy fácil robar y estafar y muy difícil demostrar que te han robado o estafado. Segundo, porque incluso demostrándolo, no se hace justicia. Tercero, porque me parece irónico, triste y tremendamente injusto resignarme a que FOGASA me pague una tercera parte de lo que se me debe, que es lo que me va a pagar, cuando la persona que me lo debe tiene dinero y es evidente, pero no demostrable. Cuarto, porque el dinero de FOGASA sale de los bolsillos de todos nosotros, por lo que, por ridículo que suene, en parte, a todas aquellas personas que asistan a ver sus espectáculos deberían hacerles un descuento, ya que una parte del precio de la entrada, ya la están pagando: Es con su dinero con el que nos van a pagar a nosotros, no con el del señor Eliseo Peris. Es más, en parte, yo me estoy pagando a mi misma. ¿Cómo puede ser esto posible?
Pues es posible, señores, porque el sistema no funciona. Es posible porque permitimos que no funcione. Por eso protesto y seguiré protestando. Por eso el miércoles, día del estreno, nos fuimos a la puerta del teatro a informar a la gente de lo que estaba ocurriendo y seguiremos yendo todos los miércoles que este individuo siga teniendo su obra en cartel. Esto, desgraciadamente,  no va a solucionar el problema. Pero si algo no se nos puede negar es el derecho a protestar. Y para mi, más que un derecho, se ha convertido ya en un deber moral.
Prtotesto porque España está llena de “Eliseos Peris”. Y eso, señores, debería indicarnos que algo no va bien. Y cuando las cosas no van bien, hay que analizar por qué no van bien y cambiarlas. Y aquí, algunos, lejos de intentar cambiarlas, parecen esforzarse mucho para que sigan como están. 
Y, por último, protesto porque en mi profesión en concreto, los “Eliseos” son el pan de cada día. Protesto porque muchos se aprovechan de que esta es una profesión vocacional, y de que los que nos dedicamos a este oficio, lo respetamos profundamente. Y por amor y por respeto, muchas veces nos cuesta decir: “Hasta aquí hemos llegado”. Porque saben que nos gusta lo que hacemos, saben que nos vamos a seguir subiendo al escenario aunque  no nos paguen porque el público no tiene la culpa ni tiene por qué pagar las consecuencias de los errores de otros. Pues quizás deberíamos dejar de hacerlo. Quizás, la gente debería saber que este es un trabajo como otro cualquiera, y que como en cualquier otro, si no se cobra, no se trabaja. Quizás deberíamos ser conscientes y hacer conscientes a los demás de que el hecho de que trabajemos en algo que nos gusta no debería implicar que permitamos tener que hacerlo gratis. Así que protesto. Y por mi y por todos mis compañeros, señor Eliseo Peris, hasta aquí hemos llegado.

Jazmin Abuin Janeiro